Buscó el viejo silbato que usaba su padre en los entrenamientos durante toda la semana. Miró en un cajón y en otro. Nada. Ya aparecería. Lo encontró sin querer la mañana que preparó su mochila para dirigir su primera sesión con el filial del Granada CF. Un regalo del destino en el día de su regreso a los banquillos, una bienvenida y quizás una premonición. Esta temporada ha puesto finalmente a Pedro Morilla ante el reto deportivo más importante de su vida hasta ahora.
¿Imaginaste entonces una aventura así?
La temporada en el Granada B estaba saliendo de una forma que no imaginaba. Evidentemente no piensas que el club en algún momento te va a poner aquí. Pero me dicen que soy el elegido para un puesto como este, en un equipo histórico que quiere ascender… A mí me llena de orgullo que piensen en mí como una figura para terminar la temporada sabiendo que hay muchos entrenadores válidos en el mercado. Experiencia en el fútbol y capacidad tenemos. Lleva todo mi cuerpo técnico en esto muchos años en diferentes facetas. Estamos capacitados.
Más que hacerte futbolista naciste para el fútbol…
Tengo la suerte de que mi familia ha estado vinculada al fútbol desde mi abuelo hasta después mi padre. Es vocacional. Nací casi en un campo de fútbol. Mi abuelo vivía en un campo de fútbol y falleció en un campo de fútbol. Terminó cuidando el campo de Camas, su pueblo. Diría que toda mi vida ha estado encaminada a hacer lo que hago. Mi padre fue 40 años ATS del Real Betis. Desde chico veía seis o siete partidos diarios de cantera porque mi padre tenía que estar allí y yo le acompañaba. Uno ha ‘mamao’ esto, como se suele decir. Tengo la espinita de no haber jugado en Primera, pero sí he vivido del fútbol como jugador. Tengo la suerte de haber decidido cuando colgar las botas y ponerme a entrenar.
¿Cómo afrontas la misión de comandar el primer equipo?
Tengo muchísimas ganas. Al final todos los que estamos en el cuerpo técnico hemos tenido un camino parecido. No tenemos miedo a nada y somos conscientes de la responsabilidad que nos dan. Todo lo que no sea ascender será un fracaso. Los que formamos este equipo debemos tener un nivel de exigencia máximo. Estoy confiado en que todo va a ir por buen camino.
¿Qué echas de menos en el fútbol de hoy?
El fútbol ha cambiado bastante. La gente antes era mucho más partícipe del equipo de su ciudad. Ahora las televisiones te llevan a ver al Real Madrid o al Barcelona. Aquí la ciudad se tiene que volcar. Hay una gran afición, pero tiene que acudir al campo porque la necesitamos. Zaragoza, Gijón, Huesca… están llenando el campo. Necesitamos el calor de nuestra afición, que es muy buena. Está ahí, pero se tiene que volcar en casa y fuera.
¿Qué imagen intentas proyectar como entrenador?
Me comporto en el campo como en la vida misma. El futbolista tiene que ver que el cuerpo técnico siente y vive con ellos, que se ve exigido dentro de un orden y unas ideas claras. Procuro dar cercanía en los momentos delicados. Tenemos que ayudarle para que estén al máximo de sus capacidades y ahí es muy importante el aspecto motivacional.
¿Tres pilares básicos de tu forma de ser?
El primero es ser agradecido con la gente que te ayuda. El segundo es el sacrificio, nadie me ha regalado nada y tengo mucha capacidad de trabajo. Si la gente te ve eso va a tirar contigo a muerte. Y, por último, la valentía. Gregorio Manzano me dijo una vez que la vida es para los valientes, para los que salen de la zona de confort y siguen creciendo. Ahora me toca dirigir al Granada CF y me siento capacitado. Es una oportunidad que no puedo dejar pasar.
¿Con qué te identificas más del Granada CF?
Desde el primer día me sentí muy identificado con sus valores y con lo que se quería. Es un club humilde, pero ambicioso. Quiere dar pasos cortos, pero con el objetivo claro de consolidar al equipo en Primera división. Me siento muy identificado con el rumbo que el proyecto tomó este año. Se ha dado un paso atrás para dar dos hacia delante.
¿Cuál fue tu primer mensaje a la plantilla?
Lo primero que le dije es que estamos para ayudar. Todos han notado desde el primer día que la exigencia es máxima y que estamos en sus manos. Ellos desarrollan en el campo lo que trabajamos. El trabajo semanal se tiene que ver expresado los domingos. No puede haber tanta diferencia entre el nivel que mostramos en casa y fuera. Ellos saben que vinieron a intentar ascender. El grupo es bueno y están receptivos.