El domingo 30 de noviembre de 1941 el GCF en su partido número diez de máxima categoría estableció una marca que a día de hoy sigue vigente, la de su mayor victoria como equipo de Primera División. Alberty, Millán, Benítez, Sosa, Bonet, Sierra, Marín, Trompi, César, Bachiller y Liz derrotaron 8-0 al Oviedo. En ese mismo partido de récord debutó como jugador granadinista el gran portero húngaro Gyula (Julio) Alberty, que había sido fichado dos días antes por el presidente metido a secretario técnico Ricardo Martín Campos porque sólo contábamos con Floro, quien no gozaba de la plena confianza. Cercano a cumplir los treinta, llevaba Alberty en España varios años y así algún periódico de la época dijo de él que aunque húngaro era ya más castizo que el Chato de Lavapiés. En el Madrid republicano había jubilado tiempo atrás al mismísimo Zamora.
El guardameta magiar desde ésta su primera alineación granadinista se metió a la hinchada rojiblanca en el bolsillo con sus acrobacias y sus ágiles 'plongeons' que tanto gustaban a la parroquia. Los ovetenses como los locales (3º y 2º por la cola respectivamente, sólo por encima del Barcelona, el farolillo rojo) marchaban mal clasificados, pero los asturianos a pesar de la tunda encajada tuvieron numerosas oportunidades para golear y además contaban en sus filas con varios internacionales, a destacar su ala izquierda formada por Herrerita y Emilín. Pero a Alberty parecía que no había forma de batirlo, desbaratando una tras otra las oportunidades de los azules a base de mucha seguridad en los disparos y en las salidas de su marco. Y todo dando espectáculo. Incluso saliendo de su área con el balón controlado a regatear contrarios, como años después vimos hacer al “loco” Ñito.
Desde ese momento el granadinismo tuvo un nuevo ídolo al que domingo tras domingo recompensaba llenando su portería de naranjas en vista de lo que le gustaba a aquel húngaro volador exprimir y beber su jugo cuando su portería no se veía asediada.
Cuando más intenso era el idilio guardameta-afición, precisamente después de jugar contra el Oviedo, pero ya en la segunda vuelta, una infección intestinal provocada por comer marisco en mal estado, en aquellos tiempos anteriores a los antibióticos, lo llevó a la tumba que ocupa a perpetuidad en el cementerio de San José y que le regaló el municipio. Conmemorar el 8-0 al Oviedo y el debut de Alberty como granadinista significa citar una efeméride rojiblanca y también el momento del nacimiento de todo un mito en la historia de nuestro club. Setenta y cinco años redondos se acaban de cumplir.
Texto: José Luis Ramos Torres