Skip to main content
Club

BATALLA EN ATOCHA

Una lluvia de piedras, palos, botellas y mil objetos soportaron sobre sus cabezas los que posan para la foto prepartido en este poco reconocible estadio easonense de Atocha.

Otra lluvia, la que cae del cielo, tenía la culpa de que el partido se jugara 10 días después de lo que estaba previsto. Y es que en la España nacionalsindicalista de 1947 la pertinaz sequía había dado paso a lo contrario, a un diluvio no menos pertinaz por todo el país que dejó unos días incomunicada Andalucía por ferrocarril y por carretera. Por fin escampó y así el miércoles 19 de marzo, fiesta de guardar, compareció el Granada en San Sebastián para disputar el partido de la jornada 21 del grupo único de aquella Segunda de sólo 14 clubes.

Los cronistas de la tierra cuentan que fueron los rojiblancos los que empezaron la batalla en que se transformó aquel partido, pero que el gran culpable de todos los incidentes fue el árbitro Álvarez Santullano, que anuló dos goles legales a los de casa y que en ningún momento supo imponer su autoridad hasta que el partido se le fue por completo de las manos, convirtiendo Atocha en campo de Agramante. El extremo Mendi había adelantado al Granada a poco de iniciarse la segunda parte, pero los locales consiguieron empatar en la última jugada del partido. Mientras llegaba o no el empate abundaron las brusquedades de unos y otros, la leña generalizada, el tiro al rojiblanco desde las apretujadas y candentes gradas y las invasiones del terreno de juego por el respetable.

A su regreso a Granada los expedicionarios rojiblancos dijeron que quienes iniciaron las hostilidades fueron los locales, cada vez más nerviosos conforme pasaban los minutos y el resultado les era desfavorable, viendo que se les podía escapar una de las plazas de ascenso que habían ocupado muchas jornadas. Contaba Millán la agresión sufrida a manos (y pies) de uno de los muchos energúmenos que saltaron al césped, así como el turbión que se les vino encima a los rojiblancos de loscos (piedras), botellines y hasta zapatos y sillas, y también que en el córner por el que los locales empataron, dentro del campo -claro- estaban los futbolistas y el referí (que también recibió lo suyo en medio del bochinche), pero además también una patulea de hinchas que querían golear. Millán, González y Sosa volvieron lesionados de la degollina donostiarra.

Un punto y un positivo fue el botín rojiblanco, pero no sirvió de mucho para aquel Granada que entrenaba Antonio Conde, distanciado a siete puntos del ascenso cuando faltaban sólo cuatro jornadas para concluir la Liga 46-47.